miércoles, 21 de julio de 2010

Paisaje verdeamarello


Hoy desperté con una visión, algo así como una fábula. Vi dos hombres caminando tranquilamente por una calle. Uno caminaba en una vereda de baldosas rectangulares de piedras grises prolijamente colocadas. El otro hombre caminaba en la vereda opuesta y también era de piedra pero blancas, negras e irregulares colocadas sinuosamente formando dibujos y figuras. En una vereda alternaban canteros con abundante vegetación de hojas finas y estéticas. En la otra la vegetación era exuberante y de hojas grandes y carnosas. Los dos hombres tenían sus semejanzas pero también sus diferencias. Los dos eran mestizos pero uno tenía tez clara y el otro oscura; uno el pelo castaño y lacio y el otro oscuro y crespo; uno calzaba ojotas y el otro havianas. Se miraban de reojo y con cierto recelo, con aire de indiferencia y desconfianza pero también con curiosidad e intriga. La geografía hizo lo que los hombres no se animaban y lentamente la calle se fue angostando, acortando distancias, acercando ambos hombre hasta que finalmente estaban caminando en la misma vereda. Entonces fue inevitable el contacto. “buen día, mi nombre es Pablo”. “bom dia meu nome é Paulo”. No hizo falta traducción, se entendieron por algo más que el habla. Había dos bancos, uno celeste y blanco, otro verde y amarillo. Cada uno se sentó en el que pensó más cómodo. Conversaron mucho y de todo. Cada uno hablo de su tierra, de su realidad, su historia y costumbres. Y poco a poco descubrieron que a pesar de las diferencias, era más lo que los unía que lo que los separaba. Cuanta riqueza oculta cuando nos arriesgamos a conocer lo desconocido. Cuando eliminamos esas pesadas barreras, inamovibles par muchos, que nos separan de experiencias y emociones nuevas. En lo nuevo, lo distinto, no hay peligro, solo una oportunidad para aprender y crecer. Y así transcurrieron las horas entre relatos y risas hasta que cayó la noche y la conversación termino con la única pregunta que ninguno de los dos podría responder con honestidad. “Maradona o Pelé”. Primero respondió la pasión. “Que, Maradroga”!!!... “Anda, si Pelé debuto con un pibe”!!!. Ay mi Dios. Se levantaron, saludaron con distancia y por dentro el pensamiento de un infantil insulto. Chau. Chao. Cada uno a su vereda. Hay cosas que nunca van a cambiar pero solo es la pimienta que hace picante la amistad. Siempre hay un poco de azúcar que trae risas y alegría. Cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia. Esta fabula es también un pretexto para pensar que detrás de la frontera puede haber un amigo y que si nos animamos podemos descubrir que somos todos hermanos, hijos de la misma tierra, nuestro hermoso continente latinoamericano. Iguales pero diferentes, unidos en la diversidad. No es solo un sueño, es un camino en construcción permanente. Ayudemos a concretarlo por nosotros mismos.
Después de pasar varios días viajando y caminando, llegamos agotados, mojados y hambrientos a la frontera entre Venezuela y Brasil. Como siempre pocas cosas cambien pero esta vez lo más notable es el idioma. Estamos muy al norte y hasta aquí no llego el portuñol. Simplemente no entiendo nada, ni ellos me entienden a mí. Pero el decir que somos argentinos abre las puertas a la amistad y a la rivalidad. Mas visitantes que nunca, quizás no fue muy buena idea pasar el mundial aquí. De la frontera seguimos hasta Boavista donde descansamos una noche en algo así como un cuarto de algo así como un hotel o motel. Como tantas otras veces no me quedo e claro la diferencia.



Al otro dia partimos para Manoas pero antes nos toco el primer partido de la selección en tierras brasileras. La terminal de ómnibus de Boavista estaba repleta de brasileros y nosotros pasábamos bastante desapercibidos, hasta que con el primer gol estallaros dos gritos de pura emoción. Solo dos. Trágame tierra. Ahí descubrimos una pareja de hippies, el chico era brasilero y la chica argentina, así que armamos un minigrupo de hinchas y aguantamos las miradas de reojo. Tercer pasito, tercer alegría mundial, gracias Loco.
Barco hacia Belem
Atardecer en el Barco hacia Belem

En Manaos solo estuvimos un par de horas, lo suficiente para poder embarcarnos directo hacia Belem, al nordeste del Brasil. Hace unos meses atrás, un barco de bandera peruana me llevaba a ver el nacimiento del rio Amazonas, hoy un barco similar pero de bandera brasilera me llevaría hasta su desembocadura en el océano Atlántico. Otro sueño por cumplir. Fueron cinco días de navegación sin nada más que hacer que bambolearse en una hamaca, alimentarse, disfrutar del paisaje y pensar. Esta vez fue mas solitario que la anterior, ya que era my difícil comunicarse con otras personas. Realmente sentí el idioma como una barrera ya que casi no había turistas y todos hablaban portugués. Pero cuando las palabras no alcanzan, los gestos sobran y de a poco el oído se acostumbra y la lengua se afloja. Además no hay que confundir soledad con aislamiento, a veces un poco de soledad es necesaria. Esa soledad que te distancia un poco del mundo – solo te distancia, no te aísla, ese es otro camino – para permitir encontrarse con uno mismo, conocerse, aprenderse y luego reconectarse con el mundo con menos peso en el alma. A veces es necesario despegarse de las cosas para revalorarlas y resignificar lo verdaderamente importante. Siempre me atrajo esa soledad y creo que además de necesaria, ayuda a intensificar la vida interior del hombre. A veces tan solo con unos pocos minutos u horas alcanza, a veces es necesario más, a veces es necesario alejarse y viajar para después volver. En el transcurso del viaje en barco mi mente se detuvo mucho en estos pensamientos y en el regreso; porque no es viajero quien no tiene algún hogar donde volver. Recordé un mail de un gran amigo y maestro, Nacho: “el viaje se completa a la vuelta revalorando y recreando tu entorno y realidad cotidiana”. Hoy lo entiendo mejor y me alegra poder decir gracias.


Atardecer y amanecer en el barco
Así fueron pasando los días en el barco. Disfrutando el hermoso paisaje del Amazonas y sus suaves aguas, la inmensidad casi colosal del rio, sus atardeceres, sus amaneceres y ciertas compañías que Edu ya se describió mejor que yo. Pero lo mejor sin dudas fue ver al mismo tiempo nacer el sol desde el extremo oeste del rio y ocultarse la luna lleva al extremo opuesto, al este. Todo a la vez, en un movimiento lento y sincronizado magistralmente por la naturaleza, creando una escena mágica y gloriosa de paz y armonía.

 escena mágica en el Amazonas
Un día el viaje llego a su fin. El rio se hizo mas ancho que nunca y entre islas e islotes descargaba sus aguas en el lejano horizonte del océano Atlántico. Inicio y fin de una hermosa obra de Dios. Recostada sobre el margen del rio, se encontraba nuestro próximo destino: Belem, ciudad puerto industrial, de calles antiguas y empedradas, construcciones coloniales de coloridos azulejos y gente amable y agradable. Llegamos a tiempo como habíamos planeado, justo antes del partido de la selección y un centro comercial con pantallas gigantes fue la platea perfecta. Otra vez mas visitantes que nunca, al primer grito de gol argento se destapo nuestra presencia y con el gol mexicano nos hicieron notar su presencia. No entendí si estábamos en el Maracaná o en el estadio Azteca. En fin. Cuarto pasito, cuarta alegría mundial, gracias Carlitos.

puerto y mercado de Belem

Con el corazón lleno de gol nos fuimos a buscar hospedaje y caímos en el Hotel Amazonia donde su conserje nos quiso echar machete en mano cuando supo que éramos argentinos. No es joda, sino pregúntenle a Edu. Se hizo uruguayo en tres segundos, perdón, en uno. Pero el tiempo afloja las sonrisas y la amable conserje, llamada Gilda por cierto, termino siendo un amor. Siempre y cuando seamos uruguayos. Ahí conocimos a Claire, amiga inglesa, con quien recorrimos la ciudad y practicamos nuestro ingles. Pudimos ver también la tremenda fiesta que arman estos tipos cuando juega su selección. Es realmente admirable la alegría y el entusiasmo de la cultura brasilera. Vimos el partido en el hotel junto con Gilda, su hermana y su no tan amable hermano, Claire, un tano llamado Jonathan – personaje – un croata sin nombre y de sospechosa profesión y nosotros, uruguayos por supuesto. Siglo XXI cambalache. A veces el viaje se transforma en un caleidoscopio de banderas multicolor. Por suerte Brasil gano sino todavía estaríamos escapando del machete.


calles de Belem

con Gilda (sin machete) y Claire

Pero se acaba el norte y el sur tira pa´ casa. Un temporal de lluvia e inundaciones suspende nuestra gira por la costa nordeste del Brasil y nos direcciona hacia el sur. Pero no sería tan fácil como pensamos. Terminamos en un pueblito llamado Santa María Da Pará haciendo dedo por un día entero donde solo juntamos miradas de asombro y diversión. Pero también conocimos a un flaco de Bahia que hace un año recorre todas las capitales provinciales del Brasil a “pie” en serio, caminando con havaianas!!! Sueños sobras, lo que faltan son Quijotes. En fin, viendo que era improbable que alguien nos levante, pedimos ayuda al banco de suplente y partimos hacia el sur.

eje monumental de Brasilia

Congreso de Brasilia
Brasilia es la capital del Brasil creada desde cero por iniciativa de otro Quijote, el por entonces presidente Justelino Kubisteck y el arquitecto y urbanista Lucio Costa. Brasilia fue apenas una visión en la cabeza de otros hombres progresistas y de fuertes convecciones pero hoy es toda una realidad. A pesar de sus grandes problemas y conflictos es una gran ciudad para conocer. Es una ciudad ordenada, organizada, planificada, moderna y de escala monumental. Cada edificación, cada rincón es una obra de arte contemporánea. Pero cada casa tiene su lugar y no cabe lugar para la espontaneidad. Todo está pensado previamente y lo que no, simplemente esta fuera de Brasilia. Es quizás si principal problema: para vivir en ella hay que pertenecer y pertenecer implica sus sacrificios. Así y todo, la ciudad supo adaptarse a los tiempos que corren y la gente está muy contenta de viviendo en ella, la frente que pertenece, claro está.
Palacio de Planalto
Plaza de los tres poderes
Nosotros pasamos unos días en la casa de nuestra amiga Thais y Theo, un snawzer puro corazón. Recorrimos muchos sitios de interés: palacios, teatros, museos, parques y la increíble catedral de la Ciudad, casi todas obras del arquitecto Oscar Niemeyer. Pero también pasamos el día más triste de todo el viaje. El quinto paso mundial jamás dado. El dolor fue tan grande que todavía duele. El gaste también, pero inevitablemente terminábamos consolándonos unos a otros como hermanos por estar los dos afuera del Mundial. Es esperanzador como cuando estamos mal nos ayudamos más aun. Y es muy grato ayudar pero también dejarse ayudar. A veces la soberbia y el ego no nos permiten disfrutar de la maravillosa experiencia de ser ayudado. Y me refiero a recibir ayuda sin que te pidan nada a cambio mas que el agradecimiento y la amistad. Es un beneficio doble: del que ayuda y da, y del que agradece y recibe. Hay que dar para recibir pero no esperando recibir sino para ser digno de ello. Muchos dicen que este es un mundo cruel e injusto, pues es mentira. Una mentira sigilosamente enseñada para justificar la competencia y el egoísmo, para sembrar la distancia y la rivalidad. Sin dudas es un mundo duro y difícil que implica sacrificios, integridad y honestidad, y si sabemos ver eliminando los miedos a creer, podemos descubrir mucha luz, generosidad y belleza oculta en pequeños actos, casi imperceptibles, que siempre hacen la diferencia. Por lo menos es mi experiencia en este viaje y es mi obligación moral trasladar lo recibido. Ero no quiero hacer de esto un blog de autoayuda, para eso hay más de uno; yo quiero hacer y lo que hice fue caminar así que el camino sigue.
Catedral de Brasilia
De Brasilia a Rio de Janeiro en un trote y es tanto el contraste entre ambas ciudades. Par algunos Rio puede ser una gran favela donde hay que caminar con ojos en la espalda. Para mí es una típica ciudad latinoamericana con todo el colorido brasilero en su máxima expresión. Rio es cautivante, repleta de encantos por descubrir, expresiva, emotiva y nuestras anfitrionas, Maira y su mama Paula, son una clara muestra de ello. El entusiasmo y la pasión con la que vive el carioca es digno de la ciudad que habitan. Tiene todo: barrios antiguos, modernos, favelas, sitios turísticos, playas increíbles, morros, selva y bosques en plena ciudad, puertos industriales, música, cerveza, caipiriña, futbol, samba, cultura, tradición y todo junto en sus calles para disfrutarlo. Las advertencias de peligro no deben generar miedo sino precaución y respeto para salir a disfrutar una de las mejores ciudades en las que estuve. Si Brasilia es planificación y orden, Rio es diversidad y alegría. Yo ya hice mi elección.
Pan de Azucar
Playas de Copacabana
Pasamos unos días conociendo nuevos amigos y visitando muchos lugares pero quedo tanto por conocer. Nunca alcanza el tiempo. Recorrimos museos, el Pan de Azúcar, el centro, Niteroi, playas y la infaltable playa de Copacabana donde vimos la final del mundial en el FIFA Fan Fest. Increíble fiesta en la playa con música en vivo, arena y sol. Tremendo. También fuimos a una fiesta popular de las tradiciones nordestinas del Brasil, comidas y bebidas típicas, artesanías, música en vivo y mucha samba del que quieras. Una gran fiesta popular y familiar, y agárrate porque acá bailan en serio.
Con Maira y Paula en su casa

Con Maira y Paula en fiesta popular, si,...el pibe fue con la camista de argentina,.....o mucho huevo o mucha inconciencia
Pero se acaba el tiempo y el banco de suplente se queda sin recambio. En mi cabeza ya empiezo a sentirme en baires y me cuesta dormir. Todo esta tan cerca ya. Como será esa vuelta y como me sentiré? Hoy me siento tan diferente al hombre que salió hace siete meses atrás, a veces siento que paso una vida entera. Hay señales que vienen de donde menos se esperan; Lali, una mano amiga nuevita nomas, me dijo: “espero que si algún día volvés a nuestros pagos no pierdas esa energía que conseguiste, desde acá se siente”. Mil gracias. Sin dudas ese es el desafío, ese es el camino a seguir allá. Hoy, por muchas razones me siento tan bien, tan completo, tan nuevo y el desafío es no perder este sentimiento interior. Hoy es tan clara la diferencia: el cambio nace del compartir, del dar, es el principio de todo camino fructífero y ese es el rumbo a seguir, servicio. Hoy encaro la vuelta con más ganas que nunca, arranco de cero con todo por hacer. Y no hay nada más esperanzador y motivador que eso.
con amigos nuevos en el Fifa Fan Fest
Nos quedamos muy cortos con Brasil. Tantos amigos quedan atrás y tantos faltaron visitar. Es un país muy grande y hermoso con muchas cosas por conocer. Brasil realmente me fascino tanto por si gente como por sus lugares y arquitectura que ya me había cautivado de estudiante. Brasil superó mis expectativas ampliamente. Hay unas palabras de Lucio Costa que define al país a la perfección: “o Brasil nāo tem vocaçao para a mediocridade” (Brasil no tiene vocación para la mediocridad).

Congreso de Brasilia

Empiezo el último trote. Primero Foz de Iguazú y dentro de Argentina de nuevo. Hoy vuelvo a casa con todo por reempezar, todo por rehacer, todo por recrear y revalorar. No hay nada que me estimule más mi espíritu que esto. Encarar el regreso con la realidad de mi camino, mi pasado y un futuro por construir. Volver con el alma renovada y el corazón hacia vos, es todo lo que hoy deseo.

















Porque viajamos?

Viajamos por viajar. Viajamos para saber, para conocer, para aprender. Viajamos para crecer.
Viajamos porque buscamos sin saber claramente que, pero convencidos de la necesidad interior e inagotable de buscar y buscar.
Viajamos porque a veces escapamos con el corazón entristecido, queriendo ocultar ese amor en algún lugar del olvido.
Viajamos porque nos preguntamos que nos esconde el horizonte, allá a lo lejos donde el sol se apaga y la luna con sus estrellas conquistan el oscuro cielo de la noche.
Viajamos porque sentimos el llamado ancestral del camino, aquel que temprano iniciamos con nuestro primer paso de niños, esperando completarlo con un ultimo paso de ancianos envejecidos por los años, con las manos y el cuerpo agrietados por el viento del camino, pero con la certeza de haber vivido con la voluntad de un hombre libre y plenamente vivo.