"Andar, andar, andar. emplear todas las fuerzas en seguir caminando bajo el abrasador e implacable sol o bajo las lluvias torrenciales del monzón. Caminar del amanecer al anochecer, sin tregua, sin descanso, con los pies llagados, amarga la boca pero viva la esperanza. Caminar por las amplias planicies, por las zigzagueantes y angostos caminos, a través de la jungla o de las cumbres nevadas. Caminar con el cuerpo extenuado, pero la ilusión mas despierta que nunca.
¡Cuanto se aprende peregrinando! ¡Cuanto tiempo para reflexionar! !Que humilde se siente uno mendigando el propio alimento y siendo a veces rechazado como un perro sarnoso! Peregrinando en medio de la grandeza de la naturaleza, sintiéndome parte del Universo, arrojando fuera de si los estúpidos vínculos y los prejuicios, combatiendo la debilidad del cuerpo con la plenitud del espíritu y sabiéndose uno hombre que tiene que luchar por encima de todo por su realización, se experimenta una profunda libertad interior y una revitalizante unión con todas las fuerzas del Cosmos.
Peregrinando pude ver y sentir al hombre mas de cerca, observar su dolor y compartir su amargura. Peregrinando se aproxima uno a si mismo y se descubren muchos aspectos ignorados de uno mismo. peregrinando se cultiva la paciencia, se escapa del tiempo y en la lucha contra los caminos se hace uno resistente como esos mismos caminos. Peregrinando se siente uno en profunda y silenciosa comunión con lo que nos rodea. Peregrinando me ha sido posible conocer el admirable carácter de mi pueblo; he aprendido a amar, he despertado a todo lo que había a mi alrededor y que antes me pasaba inadvertido; me he sentido mas cerca de la condición humana y de mi mismo."
Fragmento del libro "Ananda, el Yogui Errante", de Ramiro A. Calle
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