lunes, 3 de mayo de 2010

Buenas Noches Perú, buenos dias Ecuador

Van quedando detrás las huellas del camino ancestral de nuestros hermanos. Esos hombres que levantaron un impero donde nada había y sufrieron el asedio de almas débiles de codicia y temor. Caro pagaron el precio de poseer tierra, plata y oro. Caro es el precio de ser quienes somos y vivir siéndolo. Pero es el destino del hombre, inexorable encrucijada de la vida, descubrir la luz de nuestra existencia y de ser necesario morir por ella para dar paso a una nueva. Es nuestra la elección. Tarde o temprano debemos despojarnos de ataduras y amarres materiales para poder elegir libremente, escuchar la conciencia despertando de nuestro ser interior y bañarse en el regocijo de su palabra. El momento de dar el paso llega. No es un camino nuevo, las huellas, aunque escondidas a nuestro tímido entendimiento, están ahí, son esas viejas huellas de antaño. Laten en la tierra. Reclaman nuestro compromiso, nuestro sacrificio. Hay que aprender a escuchar, mirar y sentir como la primera vez. Debemos recuperar la inocencia del niño aprendiendo a caminar, sin miedos ni prejuicios y resistir. Resistir el oleaje abrupto y opresivo de un mundo en el cual no somos más que engranajes, esclavos de las debilidades de la carne y el deseo. Pronto llegara el día en que volveremos a ser arquitectos de un sentir en armonía con todas las cosas del universo, donde ser protagonista es ser parte del mismo. Llegara el día en que nuevamente caminares tras esas huellas de antaño, esas señales que dejaron ocultas nuestros hermanos. El camino apenas comienza y esta, inevitablemente, delante de nuestros pies.



Vamos cruzando las ultimas montañas y delante de ellas ya se siente el aire cambiar. Un dejo salitroso se esconde en la brisa del oeste. Ya se percibe la humedad del mar. El color de la tierra vira hacia los ocres y los cerros se transforman en grandes dunas de arena. La sierra de paso al desierto, inmensos desiertos de la costa norte peruana bañados por la intensa marea del océano pacifico. Y mi mirada, tenazmente curiosa por descubrir, descansa en el horizonte donde el sol se funde con el mar en un atardecer de ensueño, en una celebración gloriosa de naturaleza y vida, de armonía y equilibrio.

Ataerdecer en Huanchaco, Trujillo

Primer parada Trujillo, capital del departamento de Libertad. Ciudad virreinal de arquitectura colonial y republicana con sus características casas de estilo y colorido pastel y grandes ventanales con enrejados de hierro forjado artesanales. Pero es el sonido del mar lo que venimos persiguiendo así que partimos hacia la costa. A pocos kilómetros nos reciben las playas de Huanchaco donde nuestros deseos de arena y sol son complacidos. Hace poco mas de un mes partimos de la costa de Lima y tras sierras y selva, por fin volvimos a sentir la frescura del mar entre los pies. Edu saca las antiparras de la mochila y se escucha el grito de un calamar quejándose por la inminente invasión. Lo perdimos a Edu, díganle chau. Alguna ola lo devolverá o vendrá escapando de una sirena celosa de no se que del delfín. Yo no vi ninguna pero que las hay, las hay.

con Paula y Jose en las playas de Huanchaco

Pero no solo del mar vive Trujillo. Es una zona que fue habitada por dos civilizaciones fundamentales del Antiguo Perú llamadas Moche y Chimu. Por eso es un centro arqueológico de mucho interés ya que cuenta con vestigios de ambas culturas en los que continúa haciéndose notables descubrimientos. Lamentablemente nuestro tiempo es corto ya que tenemos vencida hace rato nuestra permanencia legal en el país; así que solo pudimos visitar un sitio, aunque quizás el mas importante y significativo; la ciudad de Chan Chan. Es la ciudad de barro mas grande de América Prehispánica y se estima que fue la capital del Reino Chimu. Sus muros de hasta catorce metros de alto y mas de un metro de ancho están decorados con relieves de figuras geometrías zoomorfas y seres mitológicos.




Ciudad de Chan Chan, Trujillo

Unos días de descanso y seguimos viaje. De nuevo en la ruta, siempre con dirección al norte. Otra camioneta sirve de transporte, nos regala un almuerzo de mariscos y nos deja por la tarde en Chiclayo. Ciudad entre valles y desiertos, heredera orgullosa de la cultura Moche. Visitamos el Museo Tumbas Reales del Sipán, el cual guarda los ornamentos de oro, plata y cobre hallados en las tumbas del Señor del Sipán, siendo el entierro más fastuoso descubierto en América hasta el día de hoy. Pero sigue siendo corto nuestro tiempo y prontamente seguimos viaje.



En el museo Señor del Sipán


Próximo destino Piura y un poco mas adelante Máncora. Playa de arena blanca, pueblo pesquero, paraíso de surfistas y gaviotas. Tiro el ancla otra vez. Ando ganas de nadar y además, casi sin darme cuenta, se me cayó una año más de mi calendario. A la noche hay festejo. Camarones, fritas y pizza. Daiquiri, cerveza y un chapuzón al mar. Bienvenidos las treinta y dos primaveras, por suerte todavía dicen que no se me notan pero, aunque creo que me mientes, una mentira piadosa puedo aceptar.


playas de Máncora

Ya estamos bien al norte del Perú, casi que nos caemos de la frontera. Antes pasamos un día acampando en una playa llamada Zorritos. Piel virgen de arena blanca y palmeras donde al caminar los cangrejos se esconden en sus cuevas y las barcas pesqueras se adentran en el mar con sus redes. Se hace difícil alejarse del mar, uno se acostumbra rápidamente a ver la marea subir y bajar. A ver la caída del sol en el horizonte, en esa metáfora del final de las cosas donde el sol concluye su camino solo para dar paso a la luna y así descubrir la finitud pero también la finalidad de todos los eventos de la vida, inclusa la propia. Porque a todo atardecer inevitablemente le sucede un nuevo amanecer. Es con valentía coraje y esperanza como debemos vivir el pasado, presente y futuro de nuestras vidas. Es nuestra la elección. Nos pueden arrebatar todo salvo la libertad de decidir nuestro camino y es esta libertad espiritual la que le da sentido y propósito a nuestra existencia. Sin dudas, el atardecer inspira a pensar y reflexionar.

Atardecer en Zorritos

Pasan nuestros últimos días en el Perú. Ultima parada Tumbes, ciudad de paso para llegar ala frontera con Ecuador y como toda ciudad de paso es tumultuosa y peligrosa. De esto nos dimos cuenta cuando comiendo tranquilamente unos ceviches nos arrebataron las mochilas de mano a Paula y a mi. Nos estaban viendo. No pasamos desapercibidos. Manotazo y a correr hasta que el frio metal detiene mi marcha. Una mochila no vale la vida. Suerte y que la disfrutes mejor que yo. Irrita el descuido. Lamento la perdida pero agradezco estar bien. Eso si, con la mochila se fue la cámara, así que disfruten las ultimas fotos del blog, de aquí en mas será solo un monologo. Peor para nosotros que también se nos llevaron el mate y el termo. Ya lo extraño a morir.

Campamento en playas Zorritos

Pisamos la frontera, un sello más al pasaporte y digo adiós, más bien hasta luego, al Perú. Despedida agria, pero ninguna amargura empañaría la alegría y felicidad recibida en este hermoso país hermano latinoamericano. Tierra maravillosa y cautivadora. De una diversidad natural y cultural inagotable. Rincones de selva, sierra, montañas nevadas, desiertos y playas. De gente generosa y amable permeable a cualquier intercambio con nuevas culturas. Perú emociona y compromete a volver. Recuerdo que entre pensando pasar unos veinte o treinta días máximos y salgo con casi tres meses caminando y un montón de sitios que faltan por descubrir. El regreso es inevitable.

Pero también recuerdo el hombre que era cuando ingrese por esa frontera peruano-boliviana y viendo el hombre que hoy encara la salida, siento que son muchos los cambios vividos. Este quizás sea el mejor de los regalos que Perú me dio. Es otro el hombre que da el ultimo paso, solo por ahora, en esta tierra y fueron muchos en el transcurrir. Mucho fue lo que descubrí de mi mismo en mi andar peruano. Hay mucho por lo que agradecer y tantos recuerdos imborrables atesoro en mi memoria. En Perú encontré un suevo sentir dentro mío, una nueva forma de ver y es en ese mirar, ese caminar, donde redescubrí un nuevo significado de mi propia vida y del universo. Nace un mí una renovada fe por el existir. Levanto mi copa al cielo y celebro por este camino. Acepto el consejo Natanael, quemo todos los libros leídos. Abro ese libro de hojas en blanco y empiezo a escribir las primeras estrofas de un nuevo amanecer. En mi andar he perdido el temor a vivir un mañana y la frustración por un ayer que nunca volverá; en su reemplazo enfrento el porvenir con una esperanza férrea en la existencia humana y un agradecimiento profundo y sincero por las realidades de mi pasado. No espero más de la vida que ser digno de ella con sus alegrías y sufrimientos. Me enorgullezco de las cosas que no generan envidia. Si mas condiciones que vivir siento latir en mi, las palabras de Nietzsche:




“quien tiene algo porque vivir, es capaz de soportar cualquier como


Hasta pronto.

1 comentario:

  1. les felicito por esta increíble aventura.
    mucha suerte y aca en Brasil estare a las ordenes para ayudarlos en lo que necesiten.

    Saludos

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Porque viajamos?

Viajamos por viajar. Viajamos para saber, para conocer, para aprender. Viajamos para crecer.
Viajamos porque buscamos sin saber claramente que, pero convencidos de la necesidad interior e inagotable de buscar y buscar.
Viajamos porque a veces escapamos con el corazón entristecido, queriendo ocultar ese amor en algún lugar del olvido.
Viajamos porque nos preguntamos que nos esconde el horizonte, allá a lo lejos donde el sol se apaga y la luna con sus estrellas conquistan el oscuro cielo de la noche.
Viajamos porque sentimos el llamado ancestral del camino, aquel que temprano iniciamos con nuestro primer paso de niños, esperando completarlo con un ultimo paso de ancianos envejecidos por los años, con las manos y el cuerpo agrietados por el viento del camino, pero con la certeza de haber vivido con la voluntad de un hombre libre y plenamente vivo.