jueves, 5 de julio de 2012

Un viaje dentro de otro viaje. Reencuentros


 Habrá sido por el año 2000 o 2001, con seguridad en la facultad, quizás en un curso de verano; Pudo haber sido algo así: Febrero en Buenos Aires, cemento y calor; aula repleta de alumnos, sin aire acondicionado y unos pocos pobres ventiladores hacen lo que pueden. Clase teórica de no se…algo...historia, estructura o matemáticas…no sé y en verdad es lo mismo, hace calor igual, y aunque el aula es grande falta el aire. Pienso ¿porque razón la mayoría de las ventanas son fijas y las que no están rotas y no pueden abrirse? ¿Pienso porque tantos alumnos? ¿Por qué estoy cursando en verano sabiendo que así no tendré vacaciones? Un año más sin vacaciones…porque? Porque y solo resta una pregunta: ¿Qué hago acá? En ese momento, Fede, con la misma cara de fastidio que seguramente tengo yo, me hace la misma pregunta: “¿Loco, que hacemos acá?”;” No se, pero cuando terminemos de cursar nos tenemos que ir de viaje”; “Donde”, repregunta; “A Machu Pichu y a recorrer América”; “Bueno, dale, nos quedan cuatro años y salimos”; “Listo, es un hecho”. No recuerdo bien si fue así, pero con seguridad se parece mucho a como debió serlo. Fede podrá decir que fue su idea, pero bueno, este es mi blog y hago uso de mi derecho de patria potestad. Lo que sí es un hecho, es que los cuatro años se convirtieron en unos 10 más, y año a año fuimos postergando la salida. Pero un día, glorioso día para dos simples estudiantes de arquitectura, nos recibimos y ya no hubo mas excusas. Solo quedaba una cosa: salir. Casi un año y medio pasaron desde que me recibí y llego un momento que no resistí mas ese llamado. Vendí todo lo que pude, regale algunas cosas, otras fueron a embalaje y deposito y las restantes abrí las puertas de mi entonces casa y las saque a la calle. Experiencia maravillosas de desapego de muchísimas cosas materiales que uno guarda para no se sabe bien qué. Llene una mochila, me puse ropa cómoda y salí de viaje. Pero esta vez, Fede, mi amigo, mi hermano de la vida no pudo acompañarme. Pase casi un año viajando y recorriendo Sudamérica, conociendo lugares y personas increíbles y volví atraído por el pronto nacimiento de mi sobrino. El viaje fue mucho más de lo esperado pero falto la compañía de Fede. Pasaron los meses, varios meses, y esta vez es él quien emprende su viaje junto a su novia Vicky a bordo de un Volkswagen escarabajo modelo 81 amarillo con la idea de llegar hasta Orlando donde vive su hermano Nico. Mientras tanto yo estoy organizando mi viaje por Asia, pero pienso: “qué lindo seria poder cumplir ese proyecto de viajar juntos por América”. Aunque sea por unas semanas, unos meses. ¿Cómo no aprovechar la oportunidad? Si tiempo nos sobra siempre. Entonces salgo de viaje nuevamente, voy camino a la India pero estoy al norte del Perú, en Máncora y todos estos recuerdos vienen a mi mente. Hace mucho calor, el día esta esplendido, cielo despejado y soleado, la playa y el mar perfectos, el viento suave y refrescante. Allá a lo lejos vienen caminando Vicky y Fede para estrechar un fuerte abrazo de reencuentro. Algunas personas nos miran pero no saben la historia que hay detrás de él. Comienza otro viaje que planeamos en esa aula de facultad. Pongo a descansar mis pies de mochilero peregrino y por un rato me subo a esta aventura de ir en un escarabajo Hasta lo de Nico.

Huaquillas, Ecuador. En la frontera peruano-ecuatoriana por pasar la noche en la Aduana


Al otro día del reencuentro salimos hacia la frontera peruano ecuatoriana. Ni llegue a disfrutar del mar que ya nos alejamos. Otra historia ir en auto, se lleva todas las miradas y los curiosos no tardan en acercarse atraídos por la simpática silueta de un “pichirilo” amarillo, como acá le dicen. Muchas preguntas: ¿de dónde vienen? ¿A dónde van? ¿Cuánto tiempo llevan viajando? etc, etc, etc y se arma un intercambio de historias, anécdotas y deseos de buen viaje muy lindo de vivir y compartir. Transcurren las horas entre historias y presentación de seguro, papeles y documentos. Nos toma la Luna por sorpresa y decidimos pasar nuestra primera noche en Ecuador acampando al costado de la Aduana. Al otro día bien temprano salimos hacia las sierras para visitar Cuenca. Cuenca es una hermosa ciudad rodeada de cerros y montañas y atravesada por ríos de agua clara y parques de recreación en una región de mucha actividad agrícola-ganadera. Sus calles, plazas e iglesias son muestras de una arquitectura colonial y republicana muy bien conservada. Por esto, por la amplia oferta cultural y artística y por el calor y alegría de su gente fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Una de las festividades mas importantes, llamada la “Fiesta de la Ciudad”, es el “Corpus Christi” y llegamos justo en su comienzo. La ciudad y alrededores de la plaza principal se visten de colores, fuegos artificiales, puestos de venta de comidas y los tradicionales dulces cuencanos, unidos con la ceremonia y Liturgia de consagración del Corpus que se realiza en la Catedral. Son días de mucha alegría y felicidad que tenemos la suerte de disfrutar. Vicky y Fede sustentan su viaje vendiendo artesanías y postales del viaje así que aprovechan para hacer feria, y yo como estoy a su lado acompañándolos y compartiendo, hago lo mismo. Pasamos así una semana entre noches de feria y días de paseos por la ciudad, sus museos y parques.


Cuenca. Ecuador

La festividad llega a su fin y nosotros decidimos seguir viaje hacia Guayaquil. Ahí nos esperaba Jonathan, un amigo de la madre de Vicky, Antonia, que vino a visitarla y compartir el viaje por unos días. Otro viaje. Jonathan nos hospeda en casa de su madre Lucy junto con su familia, y pasamos unos días recorriendo la ciudad y su atractivos como el Malecón Simón Bolívar, el Malecón El Salado con sus aguas danzantes, el típico barrio de Las Peñas, el centro histórico y hasta fuimos al cine y a al estadio del Barcelona a ver un partido de futbol.

Guayaquil. Ecuador

 Algo de turismo no viene mal, pero pasan los días en la ciudad y mis pies piden rutas mas tranquilas. Tomo mi mochila y me voy hacia la costa mientras que los chicos se quedan unos días mas en Guayaquil porque tienen unas entrevistas en periódicos y televisión (pueden ver las notas en este link ) Metro hacia la Terminal y bus por la Ruta del Sol hasta Montañita. Otra vez Montañita, la playa, el mar y los cautivantes atardeceres sobre el Océano Pacifico. Montañita es un pueblo muy chico sobre la costa, paraíso de surfistas y turistas de todas partes del mundo que buscan tardes de playa y noches de bar y fiestas, mas otros, especialmente argentinos, que aprovechan el turismo para trabajar y juntar unos dólares para seguir viajando hacia el norte o volver al sur. En lo personal buscaba un momento de serenidad y descanso, así que aproveche que estaba solo y me hospede en un cuarto modesto y tranquilo para luego ir hacia la playa.


Para nosotros argentinos que en el mejor de los casos miramos hacia el este donde el Océano Atlántico nos regala amaneceres refulgentes de luz, mirar un atardecer en el Océano Pacifico lo cambia todo. No es la playa, su arena, la vegetación frondosa y tupida, ni la gente con su cariño y folklore; es el Padre Sol quien cambia todo. El Sol descendiendo por el horizonte, zambulléndose en el océano y tiñendo sus aguas de rojo carmesí mientras los pelicanos y gaviotas en busca de alimento sobrevuelan los surfistas balanceándose en sus tablas y esperando la ola soñada. Es imposible no quedar atrapado por esa maravillosa escena; ese momento de tan intensa energía donde el tiempo se detiene y el océano parece recibir al Sol con sus brazos de espuma y sal, como si dos hermanos de un mismo Padre divino se recibiesen después de un largo peregrinar. Agua, Luz y Sonido. Agua para purificar cuerpo, mente y Espíritu, Luz para iluminar el camino hacia la Verdad, Sonido para cantar la gloria de la Naturaleza, alegre y esplendorosa de Vida. Las olas fluyen incesantemente hacia la orilla de arena fina y blanca, golpeando las rocas y trayendo ese sonido profundo del Océano. Ir y venir con el sonido del mar es un regalo del cielo; dejarse llevar por cada ola y volver tras la rompiente resulta el mas placentero de los juegos. Silencio…eso busco. Silencio interior para poder captar la sensibilidad de la Naturaleza, la Madre Natura; trascender la aparente realidad y transformarla; develar la esencia de las cosas y descubrir el Ser común a todas. Esto aprendo día a día de nuestra Madre Naturaleza. Recuerdo las palabras de un poeta:


“La existencia es un mar lleno de olas que no cesan. De este mar, la gente normal solo percibe las olas. Mira como de las profundidades del mar aparecen en la superficie innumerables olas, mientras que el mar queda oculto a ellas”.
Develar la esencia invisible para mi mente racional que solo exige respuestas y se apega a todo deseo mundano; develar la esencia visible solo para un corazón agradecido y pletórico de amor divino, en resonancia y unidad con toda la creación.

Atardecer en Montañita. Ecuador

Al otro día llegan Vicky, la Madre Antonia y Fede. Alquilamos una cabaña y pasamos una semana de playa, descanso y paseos. Vamos a Puerto Lopez donde año tras año las ballenas jorobadas regresan a sus aguas para aparearse y dar a luz sus crias. Se pueden realizar paseos de avistaje de ballenas, aves y snorkeling con peces de colores. Aunque el clima no nos acompaña mucho, pasamos unos agradables días de descanso compartiendo charlas y comidas con los chicos de las demás cabañas. Llega el día de la partida de Antonia, los chicos van de regreso a Guayaquil para acompañarla al aeropuerto y hacer unas entrevistas con otros medios mientras yo sigo en Montañita disfrutando una noche mas cerca del mar

Montañita. Ecuador. de izquierda a derecha: 
Sergio, Vicky, Fede, Walter, Antonia, Lucy, July, la Alemana y Emiliano

Puerto Lopez. Ecuador

 Al otro día tengo que seguir viaje. Bien temprano me despido del Océano y agradezco su compañía y enseñanza. Disfruto del suave masaje de su arena en mis pies, el sonido de sus olas la fresca brisa del viento y el calor del Sol. Me despido de los amigos vecinos con un fuerte abrazo y deseos de buenos rumbos, y sigo. Es mediodía, el Sol calienta con intensidad y su calor se hace sentir fuertemente. Dejo atrás el mar y parto hacia las montañas otra vez. Debo admitir que extraño la presencia de esos gigantes de piedra, tierra y minerales que tanto me atraen, mis queridos Apus. Dejo atrás el aire salitroso y tan solo en unas horas estaré respirando el fresco y liviano aire de la cordillera ecuatoriana; tan solo en unas horas estaré viendo el cuelo desde mas cerca. Allá nos reencontraremos con Vicky y Fede para seguir viajando juntos. Allá seguiremos haciendo realidad nuestros sueños y compartiendo esta maravillosas experiencia de viajar libremente por América.


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Porque viajamos?

Viajamos por viajar. Viajamos para saber, para conocer, para aprender. Viajamos para crecer.
Viajamos porque buscamos sin saber claramente que, pero convencidos de la necesidad interior e inagotable de buscar y buscar.
Viajamos porque a veces escapamos con el corazón entristecido, queriendo ocultar ese amor en algún lugar del olvido.
Viajamos porque nos preguntamos que nos esconde el horizonte, allá a lo lejos donde el sol se apaga y la luna con sus estrellas conquistan el oscuro cielo de la noche.
Viajamos porque sentimos el llamado ancestral del camino, aquel que temprano iniciamos con nuestro primer paso de niños, esperando completarlo con un ultimo paso de ancianos envejecidos por los años, con las manos y el cuerpo agrietados por el viento del camino, pero con la certeza de haber vivido con la voluntad de un hombre libre y plenamente vivo.