jueves, 21 de enero de 2010

Tras los pasos del Che

Tras los pasos del Che es un viaje entre el mito y la historia. Entre la verdad escrita en rocas y árboles y la leyenda soñada por los visitantes y los pobladores; unos con ilusión y otros con necesidad


Apenas recorrimos una pequeñísima porción de su camino, muy pequeña, pero alcanza. Fue ampliamente suficiente para emocionar al más escéptico y al más sensible.



Aunque creo me será muy difícil, voy a intentar ser un escritor neutral, cosa casi imposible (encima me atribuyo el titulo de escritor, que caradura!!!). Soy solo yo y mis circunstancias. Voy a intentar no hablar de política, ni economía, ni de izquierdas y derechas; solo mito e historia. Que cada un elija. Yo ya hice mi elección.

De todas formas, nunca fui un “guevarista” como por aquí se llaman algunos visitantes lustrándose estrellas, acomodándose la boina y pidiendo una hamburguesa estilo McDonald´s. Al Che siempre lo mire de reojo, con asombro y emoción. Pero mentiría si dijese que se me infla mi corazón revolucionario al pensar en él. Además nunca creí mucho en ningún santo en remera.

Así y todo, siempre he querido venir por aquí, tras sus pasos. Ahora entiendo que fui atraído más por el mito que por su historia. Que bueno redescubrir las cosas y permitirse cautivar otra vez.


Pero basta de prólogos que adormecen y revivamos el camino del Che juntos. Arrancamos allá por Santa Cruz, saliendo en minibús hacia Valle Grande. Es un camino serpenteante entre valles sembrados y montañas densamente ocupadas por la vegetación. Un trayecto largo de varias horas por la llamada carretera vieja a Cochabamba. Vieja pero con asfalto, cosa que íbamos a extrañar por varios días. Después de unas horas, se accede al desvío hacia Valle Grande y ahí cambia todo. Camino de montaña, tierra y ripio en el mejor de los casos. Pero el paisaje y el clima ayudan al ánimo y por sobretodo al alma.



Un factor si cambia considerablemente: somos los únicos extranjeros en el bus. Por estas tierras de separatistas, autonomistas y antimoralistas no vienen muchos extranjeros y menos tras la historia de un guerrillero. “Aquí solo vienen ustedes los argentinos y los cubanos”, nos dijeron. Pero por el tono no supimos si fue un halago o un insulto.








Llegamos a Valle grande por la tarde. Es un pueblo chico ubicado entre cerros y montañas, de calles empedradas y casas coloniales, hermoso como pocos y con su propio ritmo. Rápidamente quisimos averiguar como ir para La Higuera, lugar donde dieron captura al Che, pero la cosa no iba a ser tan fácil. “Hay movilidad pero solo salen los jueves y vuelven el viernes o el domingo, sino usted puede tomar un taxi”, nos dijeron. Cascotazo a la ilusión. Hoy es lunes no? Si. Que es una movilidad? Un camión. Cuanto sale el taxi? Mucho para nuestro bolsillo. La mano viene esquiva.







Hasta el jueves entonces. Todo a su tiempo que el apurado siempre se resbala. Unos días en Valle Grande no le hacen mal a nadie. Menos a nosotros que veníamos de una gira vertiginosa y extrañando no cambiar de cama diariamente. Encima de regalo nos cae una lluvia y me parece que le caímos bien y nos quiere acompañar por un rato. Por favor, por un rato nomás.





Así pasamos unos días estirando el cuerpo en una cama (mucho más cómodo que el asiento de un bus) y recuperando kilos perdidos. Visitamos el Hospital del pueblo donde se encuentra la Lavandería, último reposo del cuerpo de Che. Que sensación tan extraña estar ahí. Tantas veces lo vi por televisión en algún aniversario de su muerte o en algún documental; pero estar ahí es tan distinto. Como un espacio de tres paredes, un techo de chapa y un pileton de cemento en medio de un jardín sobre la ladera de la montaña pueden movilizar tanto? Sin dudas ese espacio esta resignificado por el mito y la historia. Por primera vez los veo juntos a los dos. Las paredes de revoques escritos y tallados a fuerza de algún punzón improvisado, gritan revolución; gritan por un mundo que quiso ser y no lo fue, pero que sigue peleando por serlo.







Ese espacio, que mas bien es un vacío sacralizado por el cuerpo del Che que alguna vez estuvo ahí, me hizo recordar y sentir la sensación de estar en una pequeña capilla; pero eso que esta en la capilla, la cruz, en la Lavandería no existe, es un no-objeto, una ausencia, solo queda el piletón donde alguna vez el Che soñó su ultimo sueño y se convirtió en mártir y el mártir se hizo mito para estamparse en remeras, gorras, llaveros y cuanto objeto comercializable exista. Espero no herir susceptibilidades con la comparación.





Pero ahí sentado, mirando el pileton, el vacío, leyendo las paredes, oliendo la tierra, imaginando la historia, la imagen se dibuja y el cuerpo se hace presente. El recuerdo no se calla, alienta, enorgullece y te grita al corazón y al alma que el comandante Ernesto Che Guevara sigue vivo. Hasta el más escéptico se emociona y yo no soy la excepción.





Veo un chico sentado, con la mirada enrojecida y paralizada en el pileton de cemento; sus manos se acercan y recorren la superficie el pileton como queriendo acariciar el cuerpo aun latente. Sus ojos contienen lágrimas de emoción y cariño. Vuelvo a pensar, que sensación tan extraña estar ahí.


Así paso nuestro primer contacto con el Che, porque realmente uno siente que sigue ahí. Salimos para el mausoleo del Che junto con un guía del lugar, Gonzalo y unos visitantes que conocimos en el lugar, Brenda, Tato y Diego. El mausoleo es el lugar donde supuestamente encontraron un tumba común con el cuerpo del Che y otros guerrilleros. Digo supuestamente porque todo es así en este lugar. Las versiones sobre los hechos son muy variadas y cada uno tiene la suya. En ese sentido, Valle Grande me recuerda a Hurlingham: todos estuvimos con Luca o hablamos algunas palabras con Mollo o Arnedo. Acá es lo mismo, todos tienen algo que decir del Che, que se sentó ahí, que vino caminando por esa calle y fumo en esta esquina. Pero toda moneda tiene dos caras y también existe la indeferencia. Para mucha gente del pueblo, el Che es solo un personaje más que paso por ahi y lo recuerdan sin mucha importancia y solo ocasionalmente con la visita de turistas. Fracaso o victoria de la guerrilla? Como dije la moneda tiene dos caras y siempre son distintas.





Pasan los días y el jueves por fin llega. Amanece nublado, frío y con amenaza de lluvia. Si, le caímos muy bien por lo visto. La mencionada “movilidad” implica simple y llanamente eso: movimiento sin más exigencias; la comodidad, el techo y las ventanas queda para otro tipo de transporte, este es un simple camión. Ahora entiendo eso de viajar como ganado, pero por suerte no vienen vacas en esta movilidad (por ahora)





Salimos hacia La Higuera y el camino es impresionante. Rápidamente se esfuman los deseos de comodidad y me subo como un mono enardecido a la carroza del camión a ver el paisaje. Juntamos otro puñado de compañeros (palabra nunca antes tan precisa) que algunos nos acompañaran por un largo tiempo: Vanesa, Diego, Paula, Fidel, Cintia y Laura.







Al llegar nos recibe un grupo de casas dispuestas sobre la ladera de la montaña casi espontáneamente, una plaza con una estrella de hormigón en el piso y en su centro un busto del Che y por delante, como en la vanguardia, una inmensa estatua metálica del Che con su brazo en alto saludando al recién llegado y despidiendo al que pronto volverá. La plaza esta rodeada de unas humildes casas con inscripciones y notas de palabras del Che y sobre una explanada se alza un monumento de piedra maciza con un enorme busto del Che. Es como si de repente el Che junto con el paisaje nos recibiera con un fuerte abrazo. Al fin llegamos.






En este humilde poblado se revive el mito del Che pero también se descubre la historia escondida en cada paso que se da. Estas piedras lo vieron pasar, lo cubrieron de las inclemencias del tiempo, escucharon sus palabras y fueron testigos de su captura por el ejército boliviano.







A unos cuantos metros, subiendo la montaña, se puede acceder por un recorrido hasta la Quebrada del Churo. Después de una larga caminata entre selva y maizales, se llega al punto exacto donde dieron captura al Che. Es realmente apasionante caminar por esos senderos donde camino la guerrilla, llegar a la piedra donde dio su último esfuerzo de resistencia y dejarse llevar por el lugar y su historia.









“Muchos me dirán aventurero y lo soy, solo que de un tipo diferente, de los que ponen el pellejo para demostrar verdades”.


Ernesto Che Guevara.

Y claro que lo puso, el pellejo y mucho más. Estando en esta selva del este boliviano impresiona su espíritu y convicción de que la revolución se hace con las armas y de pie. Impresiona el que haya dejado las comodidades y ventajas de su trabajo político en La Habana para llevar la revolución a todos los rincones del mundo y alcanzar así la libertad plena y autónoma de todos los pueblos. “Soy un hombre de acción”, dijo. Más allá de toda ideología política, su historia es apasionante y caminas tras sus pasos aun más.






Cae el atardecer y hay que volver al pueblo. Muchas emociones para un día pero la noche nos guardaban una sorpresa. La Higuera es un pueblo tan chico que no hay donde comer y nosotros no llevamos nada para cenar. Por suerte nos recibió en su humilde casa Doña Irma Rosada y nos cocino una riquísima cena de arroz, ensalada y carne de cerdo. La conversación se fue armando y nos llevamos la sorpresa de que Doña Irma fue la persona que a sus jóvenes veintiún años le sirvió al Che sus últimos alimentos. Imagínense recibir un plato de arroz de la misma mano. Bajo la luz de una lamparita perezosa, Irma nos fue relatando como vivió esos últimos días del Che; el miedo a la guerrilla y al ejercito, los días que pasaron el pueblo entero escondidos en una casita sin agua y comida, el paso del Che por las calles del pueblo y su posterior encierro en la escuelita, los ruidos de las balaceras en la montaña, los últimos alimentos que le dio y sonido del disparo que dio fin a su vida. Ver las expresiones de su rostro mientras buscaba recuerdos en su memora sexagenaria y nos hablaba con su vos suave y bajita en la penumbra de ese cuarto fue una experiencia cautivadora. Solo nos quedamos en silencio, escuchando, emocionándonos hasta que nos gano el cansancio de la caminata. Agradecimos pero un beso y un abrazo se quedo corto como agradecimiento. Ahora si, muchas emociones para un día. Solo queda dormir y descansar. El viaje de regreso a Valle Grande es largo y agotador.


De izquierda a derecha: Vane, Dona, Jose, Paula, Fidel
Abajo: Walter y Edu




Al otro día me levante muy temprano y decidí ir a caminar solo por el pueblo. Las nubes estaban muy bajas y tapaban las montañas. El aire estaba fresco y el pueblo en silencio. Ahí en la soledad del camino de tierra y piedra me sentí una sensación de paz y tranquilidad inigualables. Solo me acompañaba mi ser, la montaña y la presencia del Che en todas partes.



 Más tarde desayuno en lo de Doña Irma. Foto recuerdo de su compania y a visitar la escuelita. Es el lugar donde tuvieron detenido al Che para después de unos días fusilarlo sin piedad. “póngase sereno, usted va a matar a un hombre”, le dijo a su ejecutor y una bala encendió el fuego del mito que nunca mas se va a extinguir.







Al mediodía llega la movilidad de regreso, nos despedimos de todo con alegría y regocijo y salimos de vuelta para Valle Grande. Otra vez la lluvia que se encariña con nosotros y encima esta vez la tripulación incluía cuatro vacas y cinco cerdos. Esto va a ser duro.



Edu sigue aprendiendo nuevos oficios




De vuelta en Valle Grande nos hospedamos en lo de nuestros nuevos amigos Fidel, Evelyn y su hijo Lucas, La Posada del Guerrillero. Necesitábamos un hogar para descansar el cuerpo y renovar el espíritu y su posada es el lugar indicado. No deja de sorprenderme a la cantidad de gente adorable que nos regala el camino.



De izquierda a derecha: Vane, Jose, Edu, Evelyn, Fidel,
abajo: Walter, Paula y Lucas


Una noche de descanso y salimos para La Paz previa escala en Cochabamba. Valle Grande y La Higuera quedan atrás pero la presencia y el ejemplo del Comandante Ernesto Che Guevara quedara por siempre hacia delante. Como dije al principio, que cada uno haga su elección, yo me quedo con la historia de ese gran hombre de acción, aventurero, quijotesco o como quieran definirlo.




Humberto Vázquez Viana, compañero de guerrilla del Che, en su libro “Una guerrilla para el Che” dice:



“El mito del Che no fascina tanto por sus triunfos como por sus derrotas, no por lo que hizo sino por lo que quiso hacer, no por lo que logro sino por lo que abandono”.



Creo que lo más importante de su presencia es la cohesión que genera entre las personas que de una u otra forma nos acercamos a él. Esa cohesión, esa unidad, nos hace creer que somos fuertes y que es posible pensar y hacer un mundo mejor.



Espero que nosotros y las generaciones futuras seamos “el combustible de un mundo en marcha hacia lo pensado y empezado por el Che” (Fidel de la Posada del Guerrillero, gracias amigo)







Y como dijo el mismo Comandante Ernesto Che Guevara” en persona:



“Seamos realistas y hagamos lo imposible”

Después de todo, nada mas importa y anda mas nos queda por hacer.

3 comentarios:

  1. Muy buea la narración!!!! creo que estas en estado embrionario de escritor!!!ja,ja. Me alegra mucho por vos que puedas vivir estas experiencias y en cuanto al transporte, recorda lo que decía el Abuelo Justo. Lo de Edu... sin comentarios, ahora con vacas y cerdos!!!! jua jua. Que los vientos le sigan favorables. Marce y Oski Besos.

    ResponderEliminar
  2. holaaaaaaaaaaa que linda experiencia!!
    tendria que averme metido en la valija cuando pude...
    espero que sigan igual o mejor que ahora...
    edu se pone la remera perfecta parlas excursiones, en caso de perderse ya saben como encontrarlo jajaja
    se los extraña mucho y por lo que veo el celular murio hace rato
    beso y abrazo
    elvi

    ResponderEliminar
  3. como estan chicos? recien vimos en las noticias que hubo un alud en machu pichu espero que todavia no esten alli. Saludos de Lorena y Daniel

    ResponderEliminar

Porque viajamos?

Viajamos por viajar. Viajamos para saber, para conocer, para aprender. Viajamos para crecer.
Viajamos porque buscamos sin saber claramente que, pero convencidos de la necesidad interior e inagotable de buscar y buscar.
Viajamos porque a veces escapamos con el corazón entristecido, queriendo ocultar ese amor en algún lugar del olvido.
Viajamos porque nos preguntamos que nos esconde el horizonte, allá a lo lejos donde el sol se apaga y la luna con sus estrellas conquistan el oscuro cielo de la noche.
Viajamos porque sentimos el llamado ancestral del camino, aquel que temprano iniciamos con nuestro primer paso de niños, esperando completarlo con un ultimo paso de ancianos envejecidos por los años, con las manos y el cuerpo agrietados por el viento del camino, pero con la certeza de haber vivido con la voluntad de un hombre libre y plenamente vivo.